"Jesús, tienes que leer
"El código Da Vinci", de Dan Brown. Es una bomba, te lo
aseguro."
Abrir el correo a las ocho de la mañana y encontrarse
un mensaje así hace que te despabiles más rápido que si te
inyectaras una dosis de cafeína en vena. Laura me echa un órdago a
la grande: leélo y, si te gusta, escribe una de tus reseñas.
Generalmente sólo escribo de lo que me gusta y, desde luego, lo
que no me gustan son los compromisos. Así que, el órdago de Laura
era bien fuerte. Un órdago de 550 páginas nada menos. Total que,
antes de leer una línea, "El código Da Vinci" amenazaba con
incordiar más que el Código Civil, en versión extendida y
comentada.
Domingo 12 de Octubre. 14.30 horas. En casa.
Hago un receso para comer en mi absorbente y adictivo proceso de
documentación africana, previo a mi próximo viaje. Entonces me doy
cuenta de que los ojos de la Mona Lisa me miran desde la cubierta
del Código. ¿Es la Mona Lisa o es Laura la que me incita a coger
el libro? "Es una bomba", recuerdo que me dijo. - "¿Sí? Vamos a
ver en qué consiste la tal bomba, hombre."
Domingo 12 de Octubre. 16.15 horas. En casa.
Apenas he comido una rebanada de pan con queso. La Mona Laurisa me
sonríe abiertamente. El separador está en la página 115 y yo estoy
maldiciendo el momento en que dije que sí, que esta tarde, a eso
de las cuatro, quedábamos para tomar café. Salgo a escape, pero
prometo volver volando. Lo juro. ¡Tengo que seguir desactivando
esa bomba! Laura me va ganando el embite.
Domingo 12 de Octubre. 23.45 horas. En casa.
En cuanto llegué, cerré la puerta, eché la llave y desconecté el
móvil. Matri mía. He avanzado otras cien vertiginosas páginas. La
concentración espacio temporal en que discurre la trama me tiene
atrapado. Leyendo a una página por minuto, la lectura se puede
hacer en tiempo real. ¿O será a dos páginas cada 1,618 minutos,
homenajeando al número Phi? Soy hombre de letras, pero los enigmas
cripto - numérico - históricos planteados por Brown me tienen
fascinado. Y ahora que conozco el origen del Priorato de Sión y he
dejado a Silas emp... maldita sea... ya iba a hablar más de la
cuenta.
Lunes 13 de Octubre. 22.23 horas. En casa.
Terminé. No podía ser de otra manera. Cada vez que pensaba en
soltar el Código, Dan Brown se las ingeniaba para mantenerme
pegado al sillón. Una pista de última hora, un escorzo inesperado
en la trama, un tipo con una pistola... pero, sobre todo, enigmas.
Enigmas camuflados dentro de acertijos que se esconden bajo un
misterio. Un puro desafío para el ingenio y la imaginación del
lector. Porque "El Código Da Vinci" es como una película de
Hitchcock en que los personajes estaban al servicio del argumento,
de la trama. El autor, desde luego, ha aprendido bien las técnicas
y los mecanismos del suspense que aplicaba Hitch en su cine.
Primero nos tiene encerrados en el museo del Louvre, viendo
cuadros. Y, de repente, nos conduce por todo París y por media
Europa en las venticuatro horas más frenéticas que recuerdo.
Para colmo, toda la mitología cristiana se
pone en entredicho en una obra cuya mayor virtud es la de
transformar al lector, excitando su curiosidad. ¿Hay algo más
difícil de conseguir? Algo tan banal como mirar un cuadro adquiere
un nuevo significado. De hecho, no será raro que el lector se
descubra a sí mismo bucando en su biblioteca a la búsqueda de
aquél libro de arte en que estaba reproducido un cuadro
determinado de Leonardo... y que no es la Mona Lisa.
La verdad es que me apetecería trufar esta
reseña de bromas y guiños al Código, pero temo fastidiar alguna de
las sorpresas con que me he deleitado este genial fin de semana.
Así que, corre. Hazte con tu ejemplar del Código y ya buscarás
horas para descifrarlo. En cuanto lo termines, avisa. Nos
reuniremos en torno a una botella de vino y un plato de queso para
charlar sobre las mil y una referencias que contiene. Y
brindaremos por Dan Brown, quién, quizá, nunca gane el Nóbel,
pero, desde luego, ya se ha ganado un lector fiel y devoto. El
vino, por supuesto, será un Priorato de alguna buena
cosecha.
El código Da Vinci
Dan
Brown
Ed. UMBRIEL
13 de Octubre
de 2003.